Una barillense por Europa

Mi nombre es Ramona (Mérida) Bourhis.  Nací en el municipio de Barillas, aldea El Recreo, en 1976, año que marcó la historia de Guatemala, no por mi nacimiento sino por el gran terremoto que ocurrió en ese entonces.

Padres de Ramona Mérida Bourhis

 

En mi temprana niñez mi familia vivía en Becaná, cerca de Jolomcú, de lo cual conservo algunos recuerdos…muy pocos y distantes.  Mi padre, Rigoberto Carmelino Mérida, hijo de campesinos, había heredado algunas tierras y se dedicaba a laborarlas, cultivando café y maíz, lo cual nos permitía vivir humildemente.  Mi madre, Jovita (Méndez de nacimiento), era ama de casa. Como muchas mujeres de su edad no había podido estudiar más que el tercero de primaria porque, siendo hembra, su familia no la predestinaba a una carrera profesional sino a una vocación vinculada con el hogar.

Al rededor del año 80 mi papá construyó una casa de madera en la aldea del Recreo.  Ahi vivimos más de 5 años y es sin duda el lugar que mayormente marcó mi niñez.  De ahí vienen los recuerdos que he entretenido e idealizado todo este tiempo, ese es mi Barillas.  Crecí en una casita modesta sin luz eléctrica y sin agua potable.  Teníamos algunas gallinas y otros animales domésticos (qué ricos esos huevos criollos !) y en los alrededores se encontraban naranjas, duraznos, limas, guayabas, guineos, etc.  Uno de mis mejores recuerdos es cuando nos subíamos a un guayabal con amigas para comer guayabas hasta no poder y charlar durante horas.  A pesar de que en esos años se desarrollaba la lucha armada en el país y no lejos de nuestro pueblo, para mí permencen tiempos de libertad en que como niños podíamos correr y jugar en campos y potreros.

Para la escuela primaria, me inscribieron en la escuela pública Oscar Gonzales Recinos.  Allí asistí a parbulitos, primero y segundo grado.  Después fui un año al colegio Berea.  Para el cuarto grado volví a la escuela pública, y ese fue mi último año en Barillas.  Los recuerdos de esa época son muchos, al comenzar por el miedo que me daba el tener que caminar sola en párbulos para ir de mi casa en el Recreo hasta la escuela en el pueblo !  Recuerdo también los desfiles, la fería con su rueda de caballitos y de Chicago, los paseos de clase, la escuela Bíblica de vacaciones, las horas de recreo con mis amigas.

Cuando empecé el cuarto grado, mi familia ya vivía en el pueblo.  Mi papá había inmigrado a Estados Unidos y nos había mandado dinero para construir una casa más cerca de la escuela.  Mi mamá se había quedado sola con mis tres hermanos y yo.  Siendo la mayor de la familia, yo tenía algunas responsabilidades como ir al molino por la mañana o hacer algunas compras el día sábado. Gracias a Dios mis papás siempre consideraron que los estudios eran muy importantes y no nos sobrecargaban con tareas domésticas u otras labores.

Ciertos fines de semana nos ibamos con mi hermano o hermana a casa de tío Luis en Pueblo Viejo.  Son realmente gratos los recuerdos de esos  viajes al campo.  A veces acompañabamos a tío Luis a ordeñar las vacas, después jugabamos con las primas a las escondidas, tenta, ova, yaquis (Jax), y lo que más nos gustaba era un libro viejo que habíamos encontrado con adivinanzas y chistes.  Al pensar en todo esto, me doy cuenta una vez más que mi niñez es sin duda similar a la de muchos barillenses.  También entiendo que mi vida ha sido enriquecida por todos esos lugares y todas las personas que compartieron su vida de alguna manera conmigo.

Por eso del 87 nos mudamos a Huehuetenango y nuestra estancia allá fue de corta duración puesto que poco después mi familia se fue a Estados Unidos.  Llegamos a Los Angeles en marzo de 1988 y como pueden imaginar, el shock cultural fue de gran magnitud.  Pero siendo niño, uno se acostumbra fácilmente al cambio y se integra rápidamente a su nuevo entorno.  Asi que pronto logramos aprender el inglés e integrar clases « normales » en la escuela.  A mí siempre me había gustado la escuela y siendo en Barillas o en Los Angeles, mi reto personal era estar entre los primeros.  Eso me ayudó sin duda a que doblara los esfuerzos por aprender este nuevo idioma.  Una vez que lo habia logrado, al empezar la escuela superior (high school), me interesé por otro idioma extranjero, el francés.  No diría que fue una decisión estratégica, sólo quería evitar el deporte y estudiar algo que yo consideraba fácil – los idiomas.

Gracias a ciertos profesores y consejeros me di cuenta que ir a la universidad era algo que estaba a mi alcance.  Nadie en mi familia lo había logrado y hasta entonces yo había pensado que sin duda estudiaría una carrera corta que me permitiera trabajar rápidamente.  Después de tantos años de estudios, una de mis metas era trabajar para ayudar a mis papás.  Pero viendo que una via se habría y que los estudios me fascinaban decidí intentarlo.  Así que llené varias solicitudes y una a una fueron aceptadas.  El único reto era el dinero – como se sabe el costo de la universidad en Estados Unidos es asombroso !  Varias universidades incluyendo UCLA y USC me proponían ayuda financiera interesante pero finalmente mi afecto lo ganó un pequeño colegio privado conocido como Occidental College.  (Poco sabía que años antes el Presidente Obama había tomado la misma decisión !).

Al aceptar la oferta de Occidental, me fui por primera vez de mi casa, a vivir al campus universitario (cosa que para uno de latino siempre es difícil).  No sabiendo precisamente qué orientación tomar, decidí continuar con el francés y estudiar literatura española/latinoamericana para familiarizarme con el español escrito y descubrir las joyas de nuestra literatura.

Para mi agrado, descubrí que como en muchas universidades, había la posibilidad de estudiar en el extranjero el tercer año escolar.  Así que sin dudarlo dos veces puse mi mira en Francia.  ¿Para que haber estudiado un idioma durante tantos años si no podía practicarlo con verdaderos franceses ?  Asi fue como en 1997 viajé a Bretaña (oeste de Francia) para mejorar mi práctica del francés y descubrir la vida por esas partes del mundo.  Lejos de Guatemala y de Estados Unidos pude ver las cosas desde otro ángulo y hasta el momento considero que esa separación de lo conocido ha influido en mi vida de manera inmensurable.  Todo esto sin mencionar que en Bretaña conocí a mi futuro esposo con quien ahora tenemos dos niños preciosos.

Ramona Bourhis junto a su esposo

 

En el 1998 volví a Los Angeles para terminar mi último año de universidad, anunciarle a mis papás que me casaría con un francés y preparar mi mudanza a Francia.  Ahora, mas de 10 años después, vivo con mi esposo y nuestros dos hijos en Rennes, Bretaña. Trabajo en el aeropuerto de Rennes como profesora de inglés para controladores aereos (los que dirigen a los aviones por radar, radio, etc.).  Le agradezco a Dios por las oportunidades que me ha dado en la vida.  Realmente, no creo ser alguien de excepción, solamente alguien que ha podido tomar buenas decisiones en el momento adecuado.  Es cierto que he vivido experiencias inolvidables y en todo eso espero permancer agradecida y llevar en alto a mi familia y al pueblo que me vio nacer… 

 

Ramona Mérida Bourhis junto a sus hijos


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